Se afirma que Fanny Bullock Workman fue la primera mujer estadounidense invitada a dar una conferencia en la Sorbona de París y la segunda en hacerlo en la Royal Geographical Society (la primera había sido Isabela Bird). Este último dato lo dice todo, pues pasar el riguroso filtro de la Institución que había encarnado el «Gran Inquisidor» de las viajeras durante el siglo XIX, da cuenta de los logros de esta aventurera y deportista americana. Siempre al límite de su resistencia, al filo de lo imposible, jamás incluyó la palabra mediocridad en el diccionario de su vida.
Asombró al mundo pedaleando por los desiertos y proclamó su apoyo al sufragio universal a más de 6000 metros de altura, exhibiendo una pancarta cuyas cuatro palabras: —«voto para la mujer»—, resumían su concepto de la vida, porque participar para ella fue sinónimo de sentirse viva. Lo suyo fue competir, rivalizar, llegar siempre más lejos, más alto, sin perder con ello la toma de tierra con las cosas importantes de la vida; por ello halló la forma de compartir su faceta de madre y esposa con sus dos grandes pasiones: las cumbres y los viajes.
Deportista y amante de la bicicleta y la escalada, logró coronar algunas cumbres de los Himalayas y explorar el Karakorum. Después de recorrer Argelia a golpe de pedal en 1895, se perdió con su bicicleta por algunas provincias españolas (cerca de 5000 kilómetros realizados entre la primavera y verano de 1897) causando gran revuelo entre los periodistas que salían a su encuentro para entrevistar a esta dama de aspecto sufragista, ataviada en impecable falda larga y gorrito que con cada pedaleo hacía tintinear su hervidor de té colgado del manillar. Publicamos, por primera vez traducido al español, el libro que recoge esta última experiencia, todo un manifiesto de aventura victoriana.